"Con el desarrollo de la división del trabajo, la ocupación de la mayoría de aquellos que viven del trabajo, esto es, de la gran masa del pueblo, resulta limitada a unas pocas y sencillísimas operaciones, a menudo una o dos. Pero lo que forma la inteligencia de la mayoría de los hombres es necesariamente su ocupación ordinaria. Un hombre que gasta toda su vida llevando a cabo unas pocas operaciones simples, cuyos efectos quizás son siempre los mismos o casi, no tiene ninguna ocasión para aplicar su inteligencia o para ejercitar su inventiva a descubrir nuevos procedimientos para superar dificultades con las que nunca se encuentra. Por consiguiente, este hombre pierde naturalmente el habito para dicha aplicación y en general se vuelve tan estúpido e ignorante como pueda serlo una criatura humana. La torpeza de su mente lo hace no solo incapaz de encontrar gusto o tomar parte en cualquier conversación racional, sino también de concebir cualquier sentimiento generoso, noble o tierno y, por tanto, de formarse un juicio correcto hasta de los deberes comunes de la vida privada. Es completamente incapaz de juzgar acerca de los grandes y amplios intereses de su país."
(Adam Smith, La riqueza de las naciones)
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